Si tuviera que animar a un compañero o compañera que no participa en esta formación, empezaría contándole que la autoevaluación y la coevaluación no solo ayudan al alumnado a aprender mejor, sino que reducen la ansiedad y fomentan la participación, especialmente en lenguas extranjeras. Les explicaría que el simple hecho de darles voz y responsabilidad transforma la dinámica del aula, volviéndola más activa y significativa.
Como ejemplo concreto, compartiría lo que ocurre en mis clases de francés en la ESO, cuando utilizamos una ficha sencilla de autoevaluación después de una actividad oral: muchos alumnos detectan por sí mismos aspectos que antes solo señalaba yo, como la falta de concordancia o la pronunciación de ciertos sonidos. He notado que, con el tiempo, empiezan a corregirse de manera autónoma e incluso piden repetir la actividad para mejorar. Este cambio de actitud es una prueba clara de que estas prácticas funcionan y que merecen ser integradas de forma habitual.