Oculus

1. Una mirada a la historia del alfabeto latino basta para ser conscientes de las sucesivas adaptaciones que un invento surgido en Oriente Próximo tuvo que sufrir para escribir tantas lenguas como lo hace hoy. Y, si este instrumento sirve para ello, es porque posee una virtud básica: cada símbolo tiende a representar un único sonido, y el número de sonidos presentes en cualquier lengua humana rara vez es superior a 40. Ahora bien, esa equivalencia 1 símbolo-1 sonido no se da siempre, y ello es precisamente debido a ese proceso de acondicionamiento a diferentes idiomas (y también a la evolución fonética de los mismos): por eso se dieron hechos como la invención de nuevos símbolos, el empleo de dígrafos, y el uso de más de un símbolo para el mismo sonido ("b" y "v" en gallego y castellano, p. ej.) o de un solo símbolo para varios sonidos (la "x" en gallego, p. ej.).

2. La pronunciación del latín aceptada como clásica es muy semejante a la del gallego y castellano. Solo debemos recordar las siguientes diferencias:

- la letra "c" suena siempre [k].

- la letra "g" suena siempre [g].

- la "u" que aparece después de "q" suena siempre.

- lo que escribimos "v" (en mayúsculas y minúsculas) sonaba en realidad "u", aunque, por comodidad, tendemos a pronunciar "b" cuando va en función consonántica (como en via, p. ej.).

- dos "l" seguidas se leen como una sola, y no como nuestra "ll".

3. En cuanto a la prosodia, la acentuación es fácil de intuir en los casos en que la palabra es muy semejante a su evolución actual (publicus, p. ej., es esdrújula). En otras ocasiones, debemos fiarnos de la regla de la penúltima: si la vocal de la penúltima sílaba es larga, se acentúa en ella; si es breve, el acento pasa a la sílaba anterior; con todo, no siempre los signos de larga y breve se escriben. Además, conviene recordar que, con carácter general, no hay palabras agudas.

Última modificación: martes, 19 de julio de 2016, 15:17