Celebración del día de difuntos
Celebración del día de difuntos
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Modificado: 3 de febreiro de 2009, 1:04 PM Usuario: Gonzalo Méndez 2BACC → GM
Día de Difuntos
Como muchas otras festividades cristianas, ésta también tiene su origen en ritos paganos.
Los pueblos celtas comenzaban sus ciclos temporales por la mitad oscura: la jornada se iniciaba con la caída del sol, y el año con el principio del invierno. Así, con el SAMONIS, que equivalía a nuestro 1 º de noviembre, los celtas iniciaban el año con diversos festejos que concluían con "la fiesta de los muertos" .
En el año 998, San Odilon, abad del Monasterio de Cluny, al sur de Francia, instauró para el día 2 de noviembre, la festividad de Todos los Fieles Difuntos en la orden benedictina. En el siglo XIV Roma lo aceptó y lo extendió a toda la cristiandad.
Actualmente, un lado y al otro del océano, estos días se caracterizan por el recuerdo de nuestros muertos y la visita a los cementerios, pero en cada país o región existen diferentes tradiciones.
(SEGUIR SELECCIONANDO) Mar.
En México se tiene la costumbre de visitar los sepulcros y realizar actividades cuasi-festivas: se ornamentan los camposantos; se rinde culto al árbol de la vida; se consumen calacas de azúcar o cabezas de esqueletos que llevan en la frente el nombre de quien recibe el obsequio y, finalmente, se recuerda a los familiares.
(Andrea, Mar)
En Ecuador, las familias preparan para la ocasión diferentes platos especiales como la colada morada.Visitan cementerios como es el caso del poblado de Calderón en las afueras de quito; sobre las tumbas de los familiares se pone la mesa y los visitantes pasan todo el día en esta degustación popular y en estrecho contacto con sus seres queridos.
En Castilla existe la creencia de que los difuntos salen de sus tumbas la noche del 2 de noviembre y maltratan a los vivos que se han atrevido a salir a la calle. En Galicia, las ánimas asisten a los sufragios de Difuntos que se celebran en las parroquias. En Alicante hay una superstición que consiste en poner velas encendidas en las casas durante los días previos a la noche de Difuntos, para que las almas encuentren su camino.
En Tajuelo, en la provincia de Soria, se lleva a cabo el Ritual de las Ánimas al anochecer del día 1 de noviembre. El toque de muertos de las campanas acompaña al vecindario durante todo el proceso. Hay tres grupos: casados, solteros y resto de población.Al término de cada Cántico resuena por tres veces la campanilla y al finalizar el ritual, el sacristán reparte bollería y vino entre los asistentes.
Lo que no se puede negar es que en España la festividad se ha convertido en un recordatorio de quienes se fueron y en un disfrute de los paladares de los que seguimos aquí.
Este día no faltan hechos humorísticos:
"En determinados lugares de Castilla existe la creencia de que los difuntos
salen de sus tumbas la noche del 2 de noviembre y maltratan a los vivos que
se han atrevido a salir a la calle.
Sucede igual en la comunidad musulmana no sé qué día, los espíritus (no hace falta que sean muertos, pueden ser djins, genios) andan sueltos por los
caminos dispuestos a escarmentar al zángano que asome al exterior a partir
de determinada hora, hasta el amanecer del día siguiente. Los críos cuentan y no acaban de las desgracias que se han producido en el barrio por no hacer caso de la tradición..."
El próximo día 1 de noviembre se celebra en nuestro país la festividad de los de Todos los Santos o dia de los Fieles Difuntos. Con la globalización que nos invade, han llegado a nuestra tierra tradiciones foráneas, la mayoría anglosajonas, en las que se recuerda a los muertos. Entre ellas, la más conocida es “Halloween”, celebración que tiene su origen en Irlanda, pero que, desde EEUU se han encargado de exportar a otros países a través de libros, películas, fiestas y anuncios publicitarios.
El 1 de noviembre se celebra en España el Día de Todos los Santos. Entre las tradiciones extranjeras para esta fecha destaca Halloween, de origen irlandés y muy extendida a través de los medios.
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Sin dejar de valorar lo que pueda tener de curioso y divertido esta fiesta, hoy les vamos a recordar que también aquí, en España, tenemos nuestras propias creencias, tradiciones e incluso mitos, en torno al Día de los Difuntos. Hablaremos, entre otras cosas, de La Santa Compaña de Galicia, de la historia de Don Juan Tenorio, de origen andaluz, o de la leyenda soriana que inspiró a Bécquer para escribir “el Monte de las Ánimas”. Además, muchas supersticiones y curiosidades que nos hablan de la riqueza de la imaginación popular española en torno al misterio de la muerte. Espero que os gusten.
Sin embargo, España tiene sus propias creencias, tradiciones, etc. A continuación se citan algunas de sus historias y leyendas propias.
“Dios te libre del día de las alabanzas”
En época griega y romana existía ya la superstición de hablar siempre bien de las personas que habían fallecido, tanto personalmente como mediante las plorantes o plañideras que lloraban y loaban las virtudes del difunto por encargo. En nuestro país existió durante muchos años esta costumbre que quedó plasmada en el famoso dicho: “Te vas a quedar como la judía de Zaragoza, que cegó llorando duelos ajenos” La expresión se refiere a una famosa plañidera que hubo en Zaragoza.
Esta costumbre procede del temor que se tenía, no sólo a causar desasosiego a las almas de los difuntos, sino a ser molestados con su visita non grata si se decía algo que pudiera molestarles. Por ello, trae mala suerte hablar mal de un difunto, siempre que se les recuerde hay que destacar su lado positivo y obviar el negativo. Los discursos que loan las virtudes de un fallecido se llaman panegíricos. Como reacción, se acuñó la frase popular: “Dios te libre del día de las alabanzas”, porque, cuando todos hablen bien de ti, es que estarás muerto.
Ya en las épocas griega y roma existía la costumbre de hablar bien de los muertos, personalmente o bien por medio de plañideras, quienes lloraban por el difunto o destacaban sus puntos positivos por encargo.
Soñar con personas muertas
SueñosEn España se cree que si se sueña con una persona fallecida y ésta nos llama, hay que responderle con energía que no vamos en el transcurso de mismo sueño, porque sino vendrá a buscarnos en el siguiente. Si, mientras dormimos, un difunto nos tira del vestido, es presagio de que contraeremos una larga enfermedad. En el caso de que se sueñe que alguien ya muerto nos abraza, por el contrario, quiere decir que nosotros tendremos una larga vida.
Supersticiones sobre tumbas y cementerios
TumbasAunque parezca sorprendente, los cementerios, tumbas, sepulcros, etc.., a pesar de su carácter tétrico, han estado en la cultura del pueblo como signos de buena suerte. Una de esas creencias eran los poderes mágicos y curativos que tenía la tierra de las tumbas de los santos o de aquellos que han muerto prematuramente a los que se identifica con los ángeles. En la Edad Media está documentada la cita de Beda el Venerable en la que se nos dice que “muchas personas cogían tierra de la tumba de San Osvaldo, y, mezclándola con agua, la daban de beber a los enfermos y éstos se curaban”.
Algunos padecimientos como los dolores de cuello, la tortícolis o los dolores cervicales se curaban antiguamente con el rocía de la mañana que debe pasarse antes, de la cabeza a los pies, por el cuerpo de un joven fallecido antes del 1 de mayo. El rocío debía cogerse el mismo 1 de mayo antes de la salida del sol. Por otra parte, soñar con cementerios, también nos traerá prosperidad en los negocios.
En cuanto a las supersticiones negativas: en nuestro país, las personas supersticiosas nunca caminarán sobre una tumba. Se dice también que trae mala suerte una despedida, entre amigos familiares o amantes que se haya producido entre tumbas o en un cementerio. También es mal presagio coger las flores que nacen en los cementerios y pisar las que están en el suelo de iglesias y catedrales.
Se creía que las mujeres embarazadas no debían caminar ente tumbas, ya que eso le traería mala fortuna al próximo niño. Otra creencia mantiene que pasar sin querer por encima de un lugar donde exista un enterramiento oculto produce sarpullidos y erupciones. Algunas de estas supersticiones están unidas a las creencias sobre las ánimas de los difuntos: se cree que al que pasa cerca de un cementerio le ocurrirá una desgracia y que, si se llama de noche a la puerta de un camposanto, acuden todas las almas de los muertos allí enterrados para ver quien ha llamado.
La calavera y la imaginación popular
CalaverasLa calavera, a pesar de su aspecto macabro, no nos resulta hoy tan terrorífica porque estamos acostumbrados a verla en las banderas de los barcos piratas, en las historias de los vikingos que bebían “Calvado” dentro de los cráneos de los enemigos muertos, en numerosas películas y en las representaciones del Hamlet de Shakespeare En la España del Medioevo no sucedía así, y la calavera conservaba todo su terrorífico significado.
Se decía que, si se encontraba una calavera enterrada en una casa o en sus proximidades, había que dejarla en su sitio, porque, si se desenterraba y cambiaba de lugar, la mala suerte perseguiría a los habitantes de la casa que se habían atrevido a profanarla. Existía la creencia, entre los labradores de las aldeas, de que encontrarse una calavera humana era anuncio de una muerte próxima en la familia o bien del animal que la había encontrado.
Por el contrario, se considera un amuleto de buena suerte llevar una sortija con una calavera y soñar con ella presagia que hay que obrar con cautela.
Los entierros y su contenido supersticioso
.En el sur de España existe la creencia de que cruzarse con un entierro es de mal agüero, mientras que soñar con un entierro es signo de buena fortuna. Ahora, si es el propio, será presagio de reveses económicos. En el Norte, y con origen en el folklore celta de Galicia, existe la superstición de que es muy peligroso encontrarse con el entierro de un amigo, porque el difunto nos llamará. Cruzarse con un ataúd vacío es peor aún, ya que la persona que se encuentra con él es la destinada a llevarlo. No es tan grave si el ataúd va lleno.
Si una persona tenía una enfermedad grave, existían antiguamente en Galicia una curiosa costumbre: recurrir al simulacro del entierro. Se supone que, al desenterrar al enfermo, la persona resucitaba libre del mal que le había atacado en vida y que se había quedado enterrado para siempre.
“La Santa Compaña” o procesión de las almas en pena
La Santa Compaña Relacionada con difuntos y entierros está la misteriosa leyenda de “La Santa Compaña” que es propia del Norte de España: Asturias, Cantabria, y, sobre todo Galicia. Los bosque húmedos, poblados y brumosos del norte de España son ricos en supersticiones y creencias que tienen a los muertos como protagonistas, pero la más famosa, sin duda, citada en libros y películas (recordemos, por ejemplo, “El bosque animado”), es la leyenda de la santa Compaña.
Es, en síntesis, una procesión de almas en pena que sale de noche por los campos y bosques. Esta procesión está formada por dos hileras de ocho o doce figuras fantasmagóricas, vestidas de blanco, con sábanas o túnicas, con la cabeza cubierta y aspecto cadavérico. Las almas en pena llevan todas cirios encendidos, tocan campanillas y van en silencio, además, en el centro del cortejo hay un ataúd, por lo que la procesión es, en realidad, un entierro.
Los difuntos que integran la santa compaña precisan de un ser vivo que les sirva de guía, él encabezará la procesión con un gran crucifijo de madera, un cirio o una antorcha. En su otra mano soporta el peso de un caldero de agua bendita.
Según la creencia popular, la santa compaña son las almas de aquellas personas que, en vida, hicieron alguna promesa y no la cumplieron, por eso vagan indefinidamente hasta encontrar a una persona que la cumpla por ellos. La llegada de la Santa compaña está precedida de un fuerte olor a moho, humedad o cera. Aparecen entre la niebla y, al caminante al que se encuentran le obligan a acompañarle.
AlmasSi alguien se encuentra con la santa compaña, la sabiduría popular dice que sólo puede salvarse de ser llevado por ella haciendo un círculo mágico en el suelo y metiéndose dentro de él hasta que pase el cortejo completo. No hay que mirarles y evitar que te toquen. Es mejor que te pongas a rezar. Si llevas encima alguno de estos elementos: un escapulario, una Biblia, la estampita de un santo, una ristra de ajos o un crucifijo, pasará de largo y te dejará en paz.
Respecto al origen de esta leyenda, algunas expertos en floklore opinan que la creencia actual está basada en el pasado celta de Galicia, y, en concreto, en los ritos de los antiguos druidas. Los sumos sacerdotes de los celtas desarrollaban sus rituales en los bosques y vestían con túnicas blancas. Además, los calderos o marmitas eran los recipientes que utilizaban para elaborar sus fórmulas mágicas. Los druidas solían ir en procesión hasta un claro del bosque donde llevaban a cabo sus ceremonias mágicas.
Estas costumbres paganas se mezclaron después con la tradición cristiana y dieron lugar a esta leyenda, alimentada por la picaresca de los contrabandistas, quienes, aprovechando la superstición popular, y disfrazados con sábanas blancas, podían cruzar los bosques y los campos sin ser molestados por nadie. De hecho, las apariciones solían darse, en zonas poco pobladas, en rutas inhóspitas y a altas horas de la noche.
Otras leyendas españolas relacionadas con los difuntos
En los míticos bosques asturianos, cuna también de tantas leyendas, hay dos supersticiones muy antiguas relacionadas con los muertos: Las Viejas Lavanderas y El Carro de la Muerte.
Las Viejas Lavanderas: Son una especie de brujas: mujeres ancianas, de rostro muy arrugado, cabello blanco y mirada asesina. Su voz lúgubre es muy parecida al ulular del búho. Visten túnicas amarillas y habitan en las orillas de los ríos. Están lavando, a la manera en que se hacía antiguamente, con grandes palas de madera, sobre los riscos del río, a altas horas de la noche. Hacen ruido con sus palas y se ríen. No les gusta nada que las sorprenda en su intimidad. Y, cuando un caminante perdido en el bosque, tiene la mala suerte de dar con ellas, para que no vaya por ahí divulgado su secreto, es arrastrado por las lavanderas a las turbulentas aguas del río donde muere ahogado. Estas ancianas malvadas tiene su antecedente más ilustre en Las Parcas clásicas.
El Carro de la Muerte: Es un carro, semejante a los que se utilizaban antiguamente en el campo, pero de color negro y que vuela por los aires, sin caballos, ni carretero que lo guíe. Si aparca en la puerta de una casa, se lleva al que va a morir en ella, si lo ve alguien en el cielo, ya sabe que será el próximo en morir. Una similar a la que existe en la bretaña francesa, allí se le llama “El carrito del Molinero”. Su origen pueden ser los Carros o Triunfos medievales, presentes todavía en las catedrales góticas o en el tarot.
Historias de Difuntos en la Literatura Española
Otras de las leyendas españolas en torno al día de los difuntos nos han llegado gracias a la literatura, es el caso de, la historia de “Don Juan Tenorio” que inmortalizó José Zorrilla y “El Monte de las Ánimas”, que magistralmente narró Bécquer en sus famosas “Leyendas”.
“Don Juan Tenorio”: El dramaturgo José Zorrilla fue el autor del siglo XIX que hizo universal la historia del Tenorio, pero hay que el tema lo desarrolló por primera vez Tirso de Molina en el siglo XVII basándose en una leyenda popular, “bajo el Título “El Burlador de Sevilla”. La diferencia fundamental entre ambas visiones de un mismo tema es que, en la primera, el autor no salva al protagonista, mientras que, en la segunda y más famosa, Don Juan se libro del infierno gracias al amor de Doña Inés. Las peripecias del personaje real que inspiró el personaje de Don Juan tuvieron lugar, al parecer, en la Sevilla del siglo XVI y, según los especialistas, se localizarían en el Barrio de Santa Cruz.
“Don Juan Tenorio” es la obra más popular y más escenificada en España, además, se suele representar todos los años coincidiendo con el Día 2 de noviembre, festividad de los difuntos. Nos preguntamos ¿Por qué esta leyenda andaluza llevada al teatro, e inmortalizada después por autores de todo el mundo, está tan ligada al Día de los Fieles Difuntos?
La respuesta parece estar en el hecho de que la obra de Zorrilla, tal como ha llegado hasta nosotros, es un ejemplo del Romanticismo Literario, caracterizado, a menudo, por sus excesos, y adornado con profusión de elementos tétricos y fantasmagóricos. Pero es que, además, los muertos están presentes a lo largo de toda la obra, incluso los protagonistas, Don Juan y Doña Inés, aparecen en la segunda parte en el cementerio viviendo una prórroga de sus vidas, ante de dejarlo todo resuelto y poder descansar juntos para siempre.
Recapitulemos: Don Juan llega al Camposanto donde es recriminado por sus 30 años de pecados por la estatua de un muerto, Don Gonzalo, que cobra vida y mantiene con él un largo parlamento. Llama al sepulcro del Comendador y éste se transforma en una mesa que parodia de forma espeluznante la mesa en la que cenaron en el acto anterior Don Juan, Centellas y Avellaneda y en la que bromaron con la muerte e invitaron al convidado de piedra, el propio comendador. Las guirnaldas, las flores y los lujosos servicios, son sustituidos, ahora, por culebras, huesos y fuego. Sobre la mesa panteón aparecen un plato de cenizas, una copa de fuego y un reloj de arena, que simbolizan respectivamente: la muerte, el infierno y la fugacidad de la vida. Al mismo tiempo que esto está pasando, como por arte de magia, todos los demás sepulcros del cementerio se abren y dejan paso a los esqueletos de los enterrados en ellos: sombras, espectros y espíritus que aparecen envueltos en sus sudarios.
En la escena final, Don Juan sigue en el cementerio y no sabe que permanece en él porque está ya muerto, entonces se escuchan las campañas del Oficio de Difuntos y la estatua de don Gonzalo le dice “los salmos penitenciales están cantando por ti”. El Tenorio pregunta ¿Y aquel entierro que pasa?”. “Es el tuyo”, le responden. Entonces recibe la noticia de que el capitán le mató a las puertas de su casa. Don Gonzalo le toma la mano para llevarse su alma al Infierno, pero Don Juan se hinca de rodillas, tendiendo al cielo la mano que le queda libre. Las sombras, los espectros y los esqueletos, van a abalanzarse sobre él. En ese instante se produce el milagro. Se abre la tumba de Doña Inés y su amor puro le salva del infierno, con lo que sus almas se irán juntas al cielo.
“El Monte de las Ánimas”: Para componer esta leyenda, una de las más conocida de Gustavo Adolfo Bécquer, poeta y narrador del Romanticismo tardío, el autor toma una leyenda popular que ha escuchado a las gentes de Soria. Es la del “Monte de las Ánimas”. Según le cuenta el protagonista Alonso a su prima Beatriz, ambos nobles de España, hijos de los condes de Alcuriel y de Borges, ese paraje, rico en caza, perteneció hace tiempo a la orden de los templarios a quienes se lo concedió el rey como premio por vencer a los árabes. Lo que ocasionó el odio profundo de los hidalgos de la ciudad. Allí los caballeros del Temple edificaron una iglesia y disfrutaron de una vida regalada. Los nobles de la ciudad decidieron organizar una batida en el coto.
Aquello no fue una cacería, sino una batalla espantosa entre nobles y guerreros: el monte quedó sembrado de cadáveres de hombres y de fieras. Los lobos, a los que se quiso exterminar, se dieron un sangriento festín. Desde entonces, y así cuenta Alonso a Beatriz, la noche de todos los santos se oye doblar las campanas de la capilla en ruinas y las almas de los muertos, envueltas en jirones de sudarios, salen a una cacería fantasmagórica por entre las breñas y zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al día siguiente se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos.
Todo esto lo cuenta el protagonista a su adorada Beatriz la misma tarde del día de Todos los Santos, fecha en la era costumbre hacer regalos. Alonso, que está enamorado de Beatriz y teme perderla cuando vuelva a la corte francesa de donde ha venido, le ofrece como presente una joya. Ésta, maliciosamente, juega con sus sentimientos y le reta a que vaya esa noche difuntos a recoger una banda azul que ha perdido en el monte y, si así lo hace, se la regalará.
Alonso se resiste en un principio, y le dice que cualquier otra noche iría pero no esa en la que las ánimas salen de sus tumbas. Sin embargo, y ante la sonrisa y la ironía de su prima, decide acentuarse por el monte en la noche de ánimas. Beatriz se acuesta, pero no puede conciliar el sueño. A las doce le parece oír las campanas, lentas, tristísimas, y a la par le parece escuchar su nombre, lejos, con una voz ahogada y doliente. Las puertas de su oratorio parecen crujir en sus goznes. Escucha abrirse todas las puertas que dan a su cámara y un silencio lleno de rumores extraños, de ladridos de perros y de ropas y pasas que crujen y suspiros que se ahogan. Por último, oye claramente unas pisadas sordas y como se mueve el reclinatorio a orillas de su lecho. Se tapa la cabeza con las sábanas y se duerme.
A la mañana siguiente, cuando se despierta, ve la luz del sol y se dispone a reírse de sus temores pasados, ve, sobre el reclinatorio, sangrienta y desgarrada la banda azul que fue a buscar Alonso. Cuando los servidores llegan a notificarle la muerte de su primo, que ha aparecido, devorado por los lobos, en el Monte de las Ánimas, la encuentra inmóvil, asida a una de las columnas del lecho, desencajados los ojos y abierta la boca: muerta, muerta de horror.